domingo, 4 de junio de 2017

Por el Chorrón de Villamayor

Nos paseamos un par de veces esta primavera por la ruta al Chorrón de Villamayor. Adecuada para todas las edades, se camina la mar de bien bajo, sobre y a la vera de la vegetación tan agradable de este rincón de Piloña.
















Alrededor del río de la Cueva, que acompaña la senda en todo momento, praderías que apetecen.












Y claros rodeados de un arboretum muy bien pensado y muy bien tratado.












Despuntaban ya las primeras flores de abril. Mucha variedad y color, como por ejemplo, la violeta de bosque (Viola riviniana)...









...la consuelda menor (Symphytum tuberosum)...














...o la estrellada (Stellaria holostea).


















Otras plantas con floración menos explícita, como la del tártago de bosque (Euphorbia amygdaloides)....









...o casi invisible, como el rusco (Ruscus aculeatum).












Pasamos varias veces por encima del agua, por puentes muy bien pensados para evitar resbalones.

















A los críos les encantó poder recoger fresas silvestres (Fragaria vesca), y les encantará en julio recoger los arándanos del camino.












Cuando todo dé fruto habrá que explicarles a diferenciar los frutos buenos de los malos, como los de la zarzaparrilla (Smilax aspera).












Un paseo tan sencillo es una buena escuela de naturaleza para nuestros chavalines urbanitas, alucinaron con las zorreras y las tejoneras al borde mismo del camino.










Se olían antes de verse.












También con los viejos troncos podridos pero no en el suelo como acostumbramos por desgracia ahora, llenos de las señales de los pícidos, que anidaban justo al lado, oímos a los polluelos, pero no vimos las cebas.
















Caminando, caminando, llegamos al final del tramo ribereño, ya se intuía la montaña al fondo.
















Un poco más, y llegamos al área recreativa, fantástica, con buena sombra, buenos árboles, juegos para los chiquillos y un montón de trinos: pinzón vulgar, trepador azul, agateador común, carbonero común, herrerillo común, mosquitero ibérico...en ningún momento el silencio fue completo.








Y 5 minutos más arriba, el premio para grandes y pequeños: El Chorrón de Villamayor, una catarata tan sencilla de acceso como agradable a la vista y al oído.






















Comimos, hablamos, jugamos, y vuelta al camino. Cansados y descansados a la vez, todavía disfrutamos con la arboleda, con los roblones carballos (Quercus robur)...de un tamaño que pocas veces se ve ya en la media montaña asturiana.








También se enseñó a los pequeños a hacer silbatos y flautas con la siempre útil corteza del avellano (Corylus avellana), un auténtico aliado del aldeano hoy en día olvidado.












Aunque yo me quedo con la fragancia de la espinera albar (Crataegus monogyna), el mejor aroma y el más dulce de la primavera.













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