Ya sabía el 24 de septiembre de buena mañana que la marea iba a estar baja y que se me iban a escapar, por lejanos, muchos bichos, pero bueno, no se dio mal del todo. Os detallo; las fotos, también lejanas, de pena y dolor.
No había muchas gaviotas patiamarillas (Larus michahellis).
Esta juvenil, anillada AM1J, es del proyecto de Mavea e Isolino Pérez Tuya, nacida en el islote de la Deva, asturiana por tanto.
La que más me llamó la atención fue esta otra pati, que, por su tamaño, parecía un gavión atlántico (Larus marinus), y además portaba un puñal por pico que parecía el de un pigargo...
Además tenía una voracidad tremenda, se comió todo lo que pilló en la arena.
Las gaviotas grandes que más abundaban eran las sombrías (Larus fuscus).
Además, había 2 gaviones atlánticos, uno muy lejano, sin foto, un 3er invierno, y este otro señor, parece un adulto.
Destacaba entre las demás gaviotas a la legua.
De gaviotas pequeñas, una única gaviota cabecinegra (Larus melanocephalus), con muchas reidoras alrededor (Larus ridibundus).
De garzas, aparte de 6 garcetas comunes (Egretta garzetta), un total de 8 garzas reales (Ardea cinerea), entre adultas...
e inmaduras.
Y 29 cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), también repartidos por igual entre adultos...
y jóvenes.
Limícolas, muy difíciles de ver a esta distancia, pude ver y fotografiar malamente 2 archibebes claros (Tringa nebularia).
Y otras 2 agujas colipintas (Limosa lapponica).
Fue mucho lo que se escapó de las fotos, entre ellos, 4 ánades azulones (Anas platyrynchos), 5 correlimos comunes (Calidris alpina), 2 chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), 1 archibebe común (Tringa totanus), 1 charrán común (Sterna hirundo),y unas cuantas de las inefables cornejas (Corvus corone corone).
viernes, 30 de septiembre de 2011
Zeluán en marea baja es inabarcable, pero...
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miércoles, 28 de septiembre de 2011
Mi biblioteca: "The big cats and their fossil relatives", de Alan Turner & Mauricio Antón
Bueno, vaya por delante que con lo que nos gastamos mi esposa y yo en libros podríamos tener mejor casa, o un coche más lujoso, pero cuando yo era pequeño, en mi casa faltaba de todo, menos libros, y creo que sigo la misma línea, así que mi casa es una pequeña biblioteca: hay libros por todas partes, y algunos son especialmente valiosos.
Hoy empiezo a presentaros algunos que recomendaría con todo mi corazón.
"The big cats and their fossil relatives" , de Columbia University Press, es un libro con varias características que lo hacen especialmente atractivo.
Se trata de una aproximación desde la paleontología a la evolución de los grandes felinos, desde los primeros, en el oligoceno, a los actuales félidos, por lo que apasionará a los que, como yo, estén muy interesados en la paleontología de los mamíferos.
Y, de hecho, es la obra internacional de referencia en esta apasionante familia.
Además, el texto no se limita a explicar cómo evolucionaron, sino que analiza a cada una de las especies, desde el punto de vista puramente físico, se interesa por las condiciones ecológicas en las que vivía, y por su posible comportamiento, despejando muchas incógnitas sobre su vida diaria.
Pero si no sois mucho de prehistoria, o tampoco mucho de mamíferos, al abrir el libro os va a encantar cada una de sus ilustraciones, no en vano, está ilustrado con el mejor ilustrador paleontológico de la actualidad, el español Mauricio Antón. Tenéis aquí su web.
Cada uno de sus dibujos es digno de museo por sí mismo, pero mezclado con el texto sencillo pero erudito de Alan Turner, la combinación es explosiva, y las páginas caen una tras otra con gran facilidad.
¡Hay que comprar este libro! Y es que, la versión de tapa blanda tiene un precio ridículo. En la web de amazon, por ejemplo, está por unos 15 €, que para lo que ofrece el libro, en ciencia y en arte, es una ganga.
Por cierto, Mauricio Antón vende su obra en su galería de arte, si os sobran 500 € y os gusta el arte, y también la naturaleza, o la anatomía, o simplemente la belleza, va a ser el dinero mejor invertido, si impresos en tamaño reducido, o en formato poster, ya son una gozada, a tamaño original, los óleos y dibujos del Sr. Antón han de ser memorables. Espero que no los venda todos, y me de tiempo a hacerme rico antes de que no quede ninguno...
Una obra indispensable. Bueno, otro día, otra joya.
Hoy empiezo a presentaros algunos que recomendaría con todo mi corazón.
"The big cats and their fossil relatives" , de Columbia University Press, es un libro con varias características que lo hacen especialmente atractivo.
Se trata de una aproximación desde la paleontología a la evolución de los grandes felinos, desde los primeros, en el oligoceno, a los actuales félidos, por lo que apasionará a los que, como yo, estén muy interesados en la paleontología de los mamíferos.
Y, de hecho, es la obra internacional de referencia en esta apasionante familia.
Además, el texto no se limita a explicar cómo evolucionaron, sino que analiza a cada una de las especies, desde el punto de vista puramente físico, se interesa por las condiciones ecológicas en las que vivía, y por su posible comportamiento, despejando muchas incógnitas sobre su vida diaria.
Pero si no sois mucho de prehistoria, o tampoco mucho de mamíferos, al abrir el libro os va a encantar cada una de sus ilustraciones, no en vano, está ilustrado con el mejor ilustrador paleontológico de la actualidad, el español Mauricio Antón. Tenéis aquí su web.
Cada uno de sus dibujos es digno de museo por sí mismo, pero mezclado con el texto sencillo pero erudito de Alan Turner, la combinación es explosiva, y las páginas caen una tras otra con gran facilidad.
¡Hay que comprar este libro! Y es que, la versión de tapa blanda tiene un precio ridículo. En la web de amazon, por ejemplo, está por unos 15 €, que para lo que ofrece el libro, en ciencia y en arte, es una ganga.
Por cierto, Mauricio Antón vende su obra en su galería de arte, si os sobran 500 € y os gusta el arte, y también la naturaleza, o la anatomía, o simplemente la belleza, va a ser el dinero mejor invertido, si impresos en tamaño reducido, o en formato poster, ya son una gozada, a tamaño original, los óleos y dibujos del Sr. Antón han de ser memorables. Espero que no los venda todos, y me de tiempo a hacerme rico antes de que no quede ninguno...
Una obra indispensable. Bueno, otro día, otra joya.
martes, 27 de septiembre de 2011
Collalbeando por Verdicio
El sábado 24 de septiembre de 2.011 me fui a dar un paseo
por la playa de Verdicio. Buscaba limícolas, pero, salvo un zarapito
trinador (Numenius phaeopus) muy esquivo por el que casi caigo al agua
(mal momento para darse cuenta que las suelas de las botas están gastadas), no
los encontré. Y a este zarapito, al final, ni le pude tirar una foto.
Hacía mucho tiempo que no iba por Tenrero = Verdicio, y la
sensación es la de siempre: una magnífica playa, con unas dunas preciosas, echada
a perder por el urbanismo más cañí de Asturias.
Tras el temporal de 2.010, que cambió literalmente el mapa
de esta zona, la sensación es aún más penosa, con un puentecillo tercermundista
que cruza el riachuelo, y las casas y el exiguo aparcamiento al borde de caerse
abajo, sin que se haya intervenido en ningún caso. El próximo temporal, que
tardará 100 años, o puede que sólo100 horas, se llevará por delante todo lo que
quedó en precario y no se eliminó del cauce, y lo lamentaremos, como casi
siempre, a toro pasado.
Una vez en la playa, y mirando hacia el mar, las cosas
cambian, y el paisaje mejora considerablemente.
Un martín pescador (Alcedo atthis) pescaba en
los charquinos, a velocidades de superhéroe, y pasabn abundantes grupos de
lavanderas blancas (Motacilla alba), y petirrojos (Erithacus rubecula), pero lo
que más abundaba era la collalba gris (Oenanthe oenanthe), por
decenas en la misma playa y en los praos adyacentes.
Sobre la eterna discusión de si son ejemplares de la raza
europea (“oenanthe”), o de la groenlandesa (“leucorhoa”), no sabría decir,
parecían grandecitas y bien pigmentadas, pero salvo cogida en mano, y aún así,
es tarea de expertos, y yo no lo soy. Lo único que queda claro es que no son
las de la subespecie “libanotis”, es decir, las que se ven criando en verano por la
Asturias interior.
Sea como sea, son unos pájaros bien guapos, que, para mí, es
lo más importante.
lunes, 26 de septiembre de 2011
...y demasiado movimiento por el Cierrón.
Después de la Espuncia y el Picu, me fui en la dirección que
llevaban todas las aves que pasaban delante mío: hacia el Cierrón.
Allí, sin ser un día memorable, estaban representadas
bastantes especies de aves, con la agradable sorpresa de ver a 2 de ellas, que
normalmente son bastante tímidas, al lado mismo de donde yo estaba.
Esto, que normalmente es bueno, este día en particular me
causó un problema, ya que había prestado mi teleobjetivo a un amigo que lo necesitaba
para fotografiar buitres en las Hoces del río Riaza, y no disponía de él.
Sacar fotos tan cercanas con el digiscoping de mi telescopio
fue una tortura: como es un f13 fijo, necesita mucha luz para poder sacar a las
aves a alta velocidad, y por una ley muy simple de la óptica, cuanto más ocupe
el objeto a retratar el campo de la fotografía, más se nota su movimiento, y
más tendencia tiene a salir movido. Esto me obligó a subir el ISO, para
compensar, a límites grotescos. Para más inri, este digiscoping funciona a
enfoque manual, por lo que tenía que cambiar constantemente el punto de
enfoque, y darle más meneo a la rótula que soporta todo el equipo que el que le
haya dado en toda su vida junta.
Así que cuando aparecieron 2 espátulas euroasiáticas (Platalea
leucorodia) y se pusieron a menos de 10 metros de mí a alimentarse
frenéticamente, filtrando en las pequeñas lagunas más próximas a la carretera
del Cierrón, fue un goce para la vista, pero un desastre para tratar de
fotografiarlas, desastre que veis reflejado en estas fotos. Con el teleobjetivo
hubiesen sido una maravilla, estaban “a güevu”. Otra vez será.
Se trataba de 2 jovencitas, y además una de ellas estaba
anillada: “LYL/Yfar”, anillada en Holanda este mismo verano.
Fue increíble disfrutar de su comportamiento alimenticio a
escasos metros. ¡Qué vitalidad!
Después me fui a un lateral, y allí estaba otra sorpresa, un
bando de 7 agujas colinegras (Limosa limosa), alimentándose también
activamente. Mismo problema para sacarles una foto curiosa, ya que estaban “martilleando”
a todo trapo el limo para sacarle comidita, y me costó horrores encuadrarlas.
Lo que no me costó nada fue disfrutar de su agilidad, y de
su compenetración a la hora de desplazarse removiendo el fango, lo hacían al
unísono, emitiendo de continuo su típico reclamo.
Si no me equivoco, son todas juveniles, y en esto ya podría
equivocarme más fácilmente, pero lo superpigmentadas que estaban pudiera
indicar su procedencia de la subespecie “islándica”.
No eran las únicas agujas colinegras que había en el
Cierrón, otras 4, 2 adultas ya con el plumaje gris que se advierte en la foto,
y otras 2 juveniles a su lado.
Aparte de 3 ó 4 archibebes claros (Tringa nebularia) que
acompañaban a las espátulas a ratos, volando entre charcos, había más
limícolas, los más curiosos, 4 correlimos zarapitines juveniles (Calidris
ferruginea).
De anátidas, una docenita de ánades azulones (Anas
platyrynchos), y las 1as cercetas comunes (Anas crecca) que localizo esta
temporada de otoño.
De garzas, había alguna garza real (Ardea cinerea), sueltas,
y banditos de las mucho más abundantes garcetas comunes (Egretta garzetta).
Alguna gaviota reidora (Larus ridibundus)…y por ahora eso es
todo…
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ría de Villaviciosa
domingo, 25 de septiembre de 2011
Poco movimiento por la Espuncia y el Picu...
El día de San Mateo (21 de septiembre de 2011) aproveché la fiesta para pasar la mañana por la ría de Villaviciosa. Fue una mañana estupenda, pero los prolegómenos de lo bueno (El Cierrón), no fueron demasiado productivos. Tampoco ayudaba la marea (demasiado alta).
En La Espuncia, un solitario archibebe claro (Tringa nebularia) juvenil, acompañaba a un esquivo andarríos chico (Actitis hypoleucos).
Alguna gaviota reidora (Larus ridibundus) se buscaba la vida entre la basa.
Y junto a algún chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), apareció el 1er zarapito real (Numenius arquata) que veo esta temporada.
Luego me pasé por el observatorio del Picu, desde el que se veía una bonita lámina de agua donde normalmente hay mucha vida sobre el limo, demasiada marea. Al otro lado, unos cuantos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), uno de ellos anillado, creo que es C10, pero 890 metros de distancia son demasiados...
Y lo más interesante, el enorme gavión atlántico (Larus marinus), tan grande como los cormoranes, comparada con las gaviotas sombrías (Larus fuscus) de la derecha, parece un gigante.
Y poco más, mañana os pongo los bellezones que me traje luego del Cierrón.
En La Espuncia, un solitario archibebe claro (Tringa nebularia) juvenil, acompañaba a un esquivo andarríos chico (Actitis hypoleucos).
Alguna gaviota reidora (Larus ridibundus) se buscaba la vida entre la basa.
Y junto a algún chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), apareció el 1er zarapito real (Numenius arquata) que veo esta temporada.
Luego me pasé por el observatorio del Picu, desde el que se veía una bonita lámina de agua donde normalmente hay mucha vida sobre el limo, demasiada marea. Al otro lado, unos cuantos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), uno de ellos anillado, creo que es C10, pero 890 metros de distancia son demasiados...
Y lo más interesante, el enorme gavión atlántico (Larus marinus), tan grande como los cormoranes, comparada con las gaviotas sombrías (Larus fuscus) de la derecha, parece un gigante.
Y poco más, mañana os pongo los bellezones que me traje luego del Cierrón.
sábado, 24 de septiembre de 2011
Playas deliciosas: Viodo y Arnielles
Las playas que hoy os traigo no hace mucho que las utilizo,
y fueron todo un descubrimiento en su día.
Las pongo juntas porque, aunque son completamente
diferentes, son continuación la una de la otra.
Se localizan en el concejo de Gozón, muy cercanas ya al CaboPeñas, y se accede desde el pueblo del mismo nombre que la playa: Viodo. Yo
recomiendo dejar el coche aparcado en este pueblo y bajar dando un paseo. Esos
michelines y esos culos fláccidos que ostentamos la mayoría nos lo agradecerán,
nos bajará el azúcar y el colesterol, y trabajaremos el corazón de 2 maneras
diferentes, la puramente médica, aumentando nuestra capacidad vital y
previniendo las enfermedades cardiovasculares, y, también muy importante para
la salud, alegrándolo con las vistas preciosas de la costa, que desde el coche
se pierden.
Sea como sea, se atraviesa todo el pueblo, y al final del
todo, un camino hormigonado se desvía hacia la izquierda. Después de ¼ de hora,
si venimos andando, o unos minutos, en coche, llegamos a un pequeñísimo
aparcamiento. Cuidado al aparcar, no es el 1º que se deja los bajos del coche
en el intento.
Ya solo nos queda bajar por un repechillo facilón, y
llegamos a Viodo. Esta la panorámica desde el aparcamiento, la 1ª Viodo, después Arnielles.
Viodo es una pequeña playa de arena dorada, tranquilísima y
con el agua muy calma, por lo que los baños aquí serán una delicia. El único
problema que presenta es que por su orientación le llegan las porquerías que
quedan de los pescadores, es decir, la playa está muy limpia, pero sí que tiene
restos de bidones, cajas de madera, etc... aún así, merece la pena.
Además, es una playa muy conocida por los geólogos, ya que
la parte Oeste presenta restos de basaltos volcánicos, restos de una erupción paleozoica,
contrastando con el resto de la playa, que tiene basamento calizo. Una foto de la playa de Viodo:
Pero lo mejor está siguiendo la playa de Viodo, hasta el
final, atravesando un ameno pedrero, pues si continuáis esta playa hacia la
derecha (hacia el SE), os vais a encontrar con una playa virtual, una de las
muchas que existen en Asturias, y que solo usamos los “connaisseurs” de las
mareas asturianas.
Efectivamente, la playa de Arnielles, enorme concha lineal
de casi 1 kilómetro de largo, solo existe en marea baja, desapareciendo bajo
las aguas el resto del tiempo. Esto implica que esta magnífica playa solo debe
visitarse con la marea bajando, o baja, ya que en marea alta ni la
distinguiríamos, y en marea subiendo, nos podría pillar el agua, y no hay
escapatoria fácil por el acantilado.
En un lateral de este blog, entre los enlaces recomendados,
tenéis una estupenda web con las gráficas de mareas actualizadas, no hay
excusa...
Bueno, pues la playa de Arnielles, si la encontráis, es una
gozada. Tiene una superficie de piedritas muy pequeñas, nada molestas,
pizarritas de unos milímetros de diámetro, al echarse en la toalla notaréis un
agradable masaje, si hizo sol antes de llegar, con estas piedras calientes, la
sensación es increíble.
Cuando os acerquéis desde Viodo veréis unas tremendas
formaciones geológicas que bajan desde la ladera, y que no tienen nada que ver
con el terreno que dejamos en Viodo. Se trata de pizarras, y presentan tal
contraste con las calizas de Viodo, que esta playa ha sido la elegida en la
facultad de geológicas durante años como representativa de estos períodos.
Veréis sinclinales enteros tumbados desde la arena, y si partís las lajas de
pizarra veréis hierro auténtico, en forma de gránulos de óxido, de manera tan
clara que deberíais saber que la siguiente playa, si camináis hacia el final de
Arnielles, es la playa de Llumeres, conocidísima por tener una mina de hierro
ya cerrada en la propia playa, y porque hasta tiempos relativamente recientes
se cargaba desde el mar el hierro que se extraía de ella.
La playa de Arnielles es una delicia de silencio y de
tranquilidad. Nunca he coincidido con más de 3 personas, así que tenéis
garantizados al menos 300 metros de playa para vosotros solos, los paseos son
obligados, pero aún hay más.
La ventaja de ser una playa que cubre la marea 2 veces al
día es doble: la playa está limpísima (lógico), y los pedreros que quedan con
la marea baja bullen de vida, está lleno de charcos en los que los niños y no
tan niños pueden explorar y extraer momentáneamente su propio acuario
particular.
Hay varias entradas al mar que hacen de piscinas naturales,
algunas hasta con trampolín de roca para chapuzar.
Sin ser una playa oficialmente nudista, es de esas playas en
las que es innecesario pensar si se puede o no: si a alguien le apetece,
adelante, no hay nadie que moleste o a quien molestar, incluso para los
pudorosos, las distancias entre toallas son tan enormes que un buen baño
integral de sol, o un chapuzón sin el incordio del bañador son posibles sin
delatar nuestra presencia al resto de robinsones que puedan llegar a esta isla
de paz.
Tan tranquila es que recomiendo esta playa en especial para
aquellos que necesiten tirarse en una arena vacía de ruidos y de preocupaciones,
las siestas son prodigiosas, y sentir que en pleno verano, época que recomiendo
para su visita, aún hay playas kilométricas totalmente vacías, es una
recompensa para el alma a la que nadie debería renunciar.
Sé de algunos que si pudiesen, privatizarían playas como
esta. A por ella, aún es toda nuestra.
viernes, 23 de septiembre de 2011
De vuelta en Zeluán, lo de siempre: todo bien.
Y es que hacía meses que no paraba por el observatorio de
Zeluán, y tenía miedo de que lo hubiesen incendiado, o destrozado, o esas cosas
que la “gente” hace con los observatorios en Asturias.
Pero no, allí seguía, y además con un banco dentro de los de tipo
parque, para dejar las cosas, o echarse un sueñecito mientras va subiendo la
marea...
Como siempre, acudí muy temprano, el 18/09/11, lo que significa
tranquilidad, aves sin molestias humanas...pero poca luz, tanto para la
observación como para el digiscoping. Con todo, prefiero ver muchas aves
tranquilas, y malas fotos, que tener
buenísimas fotos, pero ver pocas aves y estresadas.
Además, hacía un día de perros, con viento y lluvia. En
algunos momentos, tuve que cerrar la ventana para que no entrase el agua, y
secar el telescopio, que aunque es de pedernal, es el que tengo...
De entre lo que vi, lo que más me prestó fue localizar 2
cormoranes moñudos (Phalacrocórax aristotelis), uno de ellos inmaduro, rodeados
de 15 cormoranes grandes (Phalacrocórax carbo), bien patentes por su
tamaño.
Muchas gaviotas reidoras (Larus ridibundus), soportando
estoicamente el temporal, es increíble como aguantan a pie firme todo lo que
les echen.
Entre ellas había una solitaria gaviota cabecinegra (Larus
melanocephalus), juvenil.
De gaviotas grandes, abrumadora mayoría de gaviotas sombrías
(Larus fuscus), una anillada en metal, pero ilegible, y pocas gaviotas patiamarillas (Larus
michahellis).
Tentativamente, diría que en esta 1ª foto, tenemos una gaviota patiamarilla que entra en plumaje de 2º invierno y una sombría adulta, pero cualquier parecido con la realidad podría ser ciencia ficción...
Y aquí sigue “nuestro” eider (Somateria mollissima), me
imagino que le dará la risa con nuestro clima, en comparación al que estará
acostumbrado.
Por cómo se zambullía en lo peor de la tormenta, iba sobrado.
No había limícolas, pero cuando me marchaba, porque el
viento rolaba a Norte, y el telescopio temblaba como monja en bar de carretera,
llegó un vistoso grupín de limícolas, concretamente 3 archibebes
comunes (Tringa totanus), y 7 correlimos comunes (Calidris alpina).
Localicé también un vuelvepiedras (Arenaria interpres), pero la foto que le
saqué es inmunda.
Los archibebes, en el campo, con la mala luz que había, me parecieron al principio archibebes oscuros, pero yo diría que no.
Pues esto fue todo, para mí, una maravilla, poder encontrar
aves siempre que vengo a Zeluán.
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jueves, 22 de septiembre de 2011
las medusas y la falacia funcionalista: una explicación filosófica desde la antropología política
Como antropólogo, me enseñaron a usar la herramienta del
extrañamiento, del pensamiento crítico basado en el descubrimiento de pequeños
(o grandes) fallos en las vidas cotidianas de una población concreta.
Esto te convierte, en mayor o menor medida, según el caso,
en un ser permanentemente estupefacto ante la cotidianeidad de los demás.
Tuve oportunidad de comprobarlo en las vacaciones familiares
en la Comunidad Valenciana. Durante una visita a la playa del Saler, comenzaron
a llegar medusas, del diámetro de un plato sopero.
Se trataba de aguamalas
(Rhizostoma pulmo), una medusa no muy peligrosa, pero sí muy irritante.
En la zona donde estábamos flotaban en gran número, e iban llegando según las
depositaba el oleaje. Como había familias enteras con niños en el agua, pensé
que habría que avisar urgentemente al servicio de salvamento y extraer del agua
a la gente.
Pero el socorrista, con total naturalidad, me dijo que no me
preocupase, que esto era lo NORMAL, y que estaban preparados para socorrer a la
gente que se fuese pinchando con ellas, como así sucedió. Ante mi cara de
perplejidad sincera, me dijo en tono un poco más peyorativo que en el Norte (me
cazó el acento asturiano) sería raro,
pero que aquí era COSTUMBRE. Y efectivamente, la gente seguía bañándose
tranquilamente, esquivando los bichos...
No volvimos más al agua, y lo más curioso es que mi hijo,
que nunca había visto una medusa, no volvió al agua tampoco, sin que le
dijéramos nada, a pesar de que le vuelve loco el mar.
Analizando esta situación, estoy seguro que si en la playa de
San Lorenzo de Gijón se produjese en pleno agosto una arribada de medusas de
esta magnitud, se cerraría la playa, los niños correrían asustados a sus
toallas, y posiblemente al día siguiente sería noticia en prensa, y se
debatirían en un pleno del ayuntamiento medidas (seguramente las habitualmente
ridículas de siempre) para marear el problema.
¿Por qué esta diferencia? Técnicamente, valencianos y
asturianos disponemos del mismo cerebro, y nos pican igual las medusas, pero
evidentemente la diferencia debe estar en la cultura de cada uno, en la
“costumbre” que nos falta a los del Norte. ¿Sí, o no?
Pues yo diría que no, trataré de explicarlo.
El recurso a las costumbres ancestrales de cada grupo local
como explicación de sus diferencias respecto a las costumbres del vecino es
parte de lo que en filosofía de la ciencia llamamos FUNCIONALISMO. Esta
explicación nos dice que, puesto que una costumbre es positiva para un pueblo,
y esa costumbre se adapta a las peculiaridades propias de este grupo humano, se
tenderá a repetirla, y a hacer de esa costumbre parte de una cultura propia, e
incluso a perpetuarla y glorificarla, de manera no consciente e inocente, como arte, o alta cultura, y expresión identitaria.
El funcionalismo tiene un corpus científico detrás
apabullante, y de hecho las principales tendencias en sociología y antropología
del siglo XX son el funcionalismo (a secas), y su hermano mellizo, el
estructuralismo, que se basa en la pervivencia de estructuras sociales en el
tiempo, con los mismos argumentos. Y eran teorías usadas por todo el espectro
ideológico, desde la más rancia derecha conservadora, hasta el marxismo, que
hacía del comunismo algo lógico y que se impondría de manera natural entre los
pueblos por su bondad inherente.
Pero a finales del siglo XX, y de manera muy minoritaria
dentro de la ya de por sí minoritaria ciencia antropológica, se empezó a cuestionar
el funcionalismo, y a darle la vuelta a la tortilla.
La recién nacida antropología política decía que la
costumbre no nace sola, y que cuando algo nos llama la atención de una cultura, por su aparente irracionalidad, no hay
que buscar entre los motivos para su supervivencia una supuesta costumbre
ancestral, positiva para ese pueblo y perfectamente adaptada a la idiosincrasia
local, sino que hay que buscar quién fue el primero o los primeros que crearon
esta norma o esta costumbre, y contra quiénes la crearon, y sobre todo: ¿para
quién es el beneficio de que siga vigente esa supuesta costumbre natural?
Por dar un ejemplo célebre, se pensaba que el respeto
extremo y fuera de toda lógica que se tiene a las vacas en la India se debía, a
secas, a su religión, que prohibía su sacrificio, y las hace animales sagrados.
Marvin Harris, un evolucionista-materialista, de tendencias marxistas, usaba el
funcionalismo más clásico al decir que no, que lo que pasaba era que los
productos que daba la vaca (leche, estiércol y arado) eran más provechosos para
los pobres en la India, que su propia carne, y que era un prodigio de
adaptación a las pequeñas explotaciones familiares de la India.
Los antropólogos de la rama política tienen bastante mala
baba, y un espíritu crítico muy agudo, y lo que vienen a decir es que no basta
con analizar para qué sirve supuestamente una costumbre actualmente, sino que
hay que hacer labores de arqueología y localizar cuándo apareció un determinado
proceso, y en qué condiciones lo hizo. Y lo más importante, saber quién o
quiénes se beneficiaban de la aceptación de la población de la nueva costumbre.
Así nació el concepto de explicación de los actos humanos no
como costumbres positivas que se iban adecuando a cada grupo humano, sino como
acciones muy conscientes y nada inocentes, de una élite (económica, política,
sexual, religiosa, cultural, hay de muchos tipos) que impone una acción nueva a
la población, y que lentamente, va confundiéndose con “lo típico”
de un pueblo.
El concepto de poder es revolucionario en ciencias sociales,
por cuanto la mayoría de lo que hacemos, lo que pensamos, lo que comemos, o
incluso lo que soñamos, como demostraron Bourdieu, Foucault, o Lewellen, no se
deba acciones libres y conscientes, sino a acciones predeterminadas por lo que
la élite espera de cada individuo (para el beneficio de la élite, que es la
que, realmente, sí que hace lo que le viene en gana, en todo momento).
En el caso de las vacas en la India, se investigó, y se vio
que ya hace milenios que las castas más altas obligan las más bajas a no
consumir vaca, y que en un principio, los únicos que podían abstenerse de esta
prohibición…eran la casta sacerdotal, y los jainistas, religión rival a
la hinduista, que fueron quienes inventaron tan curiosa norma moral. (Peor
les fue a los propios discípulos del jainismo, a los que se les acabó prohibiendo
directamente consumir animales, aunque, vaya, vaya, sus sacerdotes, en la
práctica, disfrutaban, en la época en la que se creo este tipo de ayuno
drástico, de un ayuno, por así decirlo,tirando a orgiástico.)
Y del prodigio de adaptación, nada, ya que los vecinos
musulmanes de la India consumen carne de vaca, y les va la mar de bien, o en
todo caso, son igual de miserables que quienes no consumen carne de vaca, y si
los hindúes actuales prosperan, lo hacen no manteniendo las costumbre
ancestrales, sino, como suele suceder en todas partes, olvidándose por completo
de ellas
¿Qué qué tiene que ver esto con las medusas?
Pues que las medusas hace escasos años que infestan el Mediterráneo, y que son la manifestación más evidente del destrozo en forma de
pesca excesiva de sus depredadores y contaminación masiva de las aguas, pero
como no interesa en absoluto a la casta dirigente, ni a la casta económica,
acabar con las causas del desequilibrio ecológico que está acabando con el mar
Mediterráneo como sistema, resulta más fácil realizar desde hace pocos años una
campaña de lavado de cerebro en la que se intenta (con notable éxito por lo que
he comprobado) tomar como natural lo que es completamente anormal (la invasión
de medusas), y mediante la falacia funcionalista, dar por normal la costumbre
de soportar estoicamente la aparición de las medusas en las playas, reforzando
la atención a pie de playa por parte de los servicios de salvamento, pero sin
considerar para nada la posibilidad de acabar con las causas, reales y
evitables en su mayoría, que son la punta del iceberg de lo que está por venir
con toda seguridad (que en unos pocos años habrá que nadar con neopreno en el
mediterráneo para no salir del agua amoratado a picaduras)..
Teniendo en cuenta que el turismo es un factor económico, y
sobre todo, fáctico, de apropiación del territorio, y de creación de élites
políticas, cualquier amenaza a un modelo como es el turismo de masas, de sol y playa
crea una reacción que consiste en negar la contaminación, la especulación
inmobiliaria o el turismo de nula calidad, y, al contrario, expresar por todos
los medios las bondades del sistema para sus ciudadanos, bondades que son la
excusa para seguir la rueda, a pesar de lo reciente del fenómeno en su
totalidad, y de lo ilógico que resulta que lo que empezaron siendo unas playas
salvajes e idílicas, ahora sean una cloaca en las que haya que aparentar
normalidad cuando te pican unos bichos que jamás habían existido aquí, y mucho
menos, en tal número.
Pero caemos de la manera más tonta en la mentira, en la
falta de memoria, y en comulgar con ruedas de molino.
Creedme, en las playas a las que van las élites, los
poderes, que existen, que no son los que creemos, no hay medusas, y si las
hubiera, les parecerían tan extrañas y repuganates como a mí.
Por cierto, lo que sí es normal, y completamente natural, y nada alarmante, es que haya nariegos
(Trachinus draco) en Asturias. Estos peces, semienterrados en la arena, pican
que se matan.(Foto de Stefano Guierreri, en wikicommons).
Así de deforme me dejaron el pie hace unos años, desde entonces
llevo escarpines en las playas en marea baja.
Pero esto es positivismo, y es igual de falaz e irracional que el
funcionalismo, pero de eso hablaremos otro día.
Espero no haber aburrido a los lectores con esta entrada. Hay
que darle un poco de vueltas al cerebro, y analizar la “realidad” diaria, os daréis cuenta de lo
simple que es el mundo, y de lo complejo que nos venden que es, para que no
veamos lo fácil que nos manejan. Fácil no, facilísimo.
Desde el desayuno hasta la cena, hay mil y una costumbres de la normalidad, que como diría el siempre lúcido Juan José Millás, "no son lo que parecen, no son lo que me han contado".
Desde el desayuno hasta la cena, hay mil y una costumbres de la normalidad, que como diría el siempre lúcido Juan José Millás, "no son lo que parecen, no son lo que me han contado".
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Festival de limícolas juveniles en Bañugues
El 13 de septiembre, después de disfrutar de los alcatraces, me pasé por Bañugues. Era tarde, hacía un tiempo de perros, y además la marea estaba altísima.
Solitario, encaré la playa sin demasiada confianza, pensando que no encontraría nada de interés.
Como suele suceder, si no lo intentas, te lo pierdes, y pasé media hora extraordinaria, hasta que me echó la marea de la playa, y ya anochecía.
Era increíble que en menos de 100 metros cuadrados de playa se arremolinasen tantos y tan variados limícolas, y que además fuesen casi todos juveniles, pero lo que no me esperaba era su mansedumbre.
En otras ocasiones, y en otros blogs, os comentaba que acercándose despacio, y con el debido respeto, la mayoría de las aves eran curiosas, y acababan por aceptar, de mayor o menor humor, tu cercanía, pero en este caso, nada más llegar, y sin la menor precaución, las aves se me pegaban encima, tanto como para llenar la visión de mis prismáticos, y tener que reenfocar constantemente el teleobjetivo, que se cubría por completo.
No había casi luz, y no se paraban quietas, así que las fotos no son gran cosa, pero valgan para expresar lo preciosas que son estas avecillas.
Aunque hace un tiempo que "apagué la emisora" y renuncié a perseguir rarezas, sabía que un correlimos canelo (Tryngites subruficollis) andaba por allí. Me encontró él a mí antes que yo a él, y pude verlo con más detalle que el ejemplar que vi el año pasado, que era mucho más esquivo.
Pude así comprobar que se trata de un ejemplar juvenil. Lo sabremos por las plumas de las partes superiores: tienen una orla blanca, a diferencia de los adultos, que las tienen color...canela, por supuesto.
Increíble viaje, desde el Canadá ártico hasta Asturias...increíble.
Más común, pero siempre entrañable, el correlimos común (Calidris alpina), también un juvenil, cambiando a 1er invierno.
Muchas veces lo he confundido, en plumaje de invierno, con el correlimos menudo (Calidris minuta), percatándome solo cuando al verlo junto a otros limícolas, veía su minúsculo tamaño. Pero con este plumaje que os presento, juvenil, es inconfundible. Y se diferencia fácil de un adulto por la falta de mejillas de color.
Un limícola mínimo, pero precioso.
Los limícolas más abundantes, no obstante, eran los correlimos tridáctilos (Calidris alba), que parecían unos colosos al lado de los correlimos menudos.
Y de nuevo, juveniles: ese aspecto escamoso, ondulado en blanco y negro, de las plumas del manto y escapulares es inconfundible.
Sin duda, los más valientes, situándose en el límite de la distancia mínima de mi teleobjetivo (¡2 metros!) eran los chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), también juveniles, la orla plumosa blanquecina, y las manchas pectorales, apenas juntas, lo delatan.
A esta distancia parecen pequeños gigantes...
En definitiva, uno de esos días en los que das gracias por tener esta afición
¡Ah, se me olvidaba, también había vuelvepiedras (Arenaria interpres), a ver si los encontráis en esta foto, entre tanto bichejo suelto!
Solitario, encaré la playa sin demasiada confianza, pensando que no encontraría nada de interés.
Como suele suceder, si no lo intentas, te lo pierdes, y pasé media hora extraordinaria, hasta que me echó la marea de la playa, y ya anochecía.
Era increíble que en menos de 100 metros cuadrados de playa se arremolinasen tantos y tan variados limícolas, y que además fuesen casi todos juveniles, pero lo que no me esperaba era su mansedumbre.
En otras ocasiones, y en otros blogs, os comentaba que acercándose despacio, y con el debido respeto, la mayoría de las aves eran curiosas, y acababan por aceptar, de mayor o menor humor, tu cercanía, pero en este caso, nada más llegar, y sin la menor precaución, las aves se me pegaban encima, tanto como para llenar la visión de mis prismáticos, y tener que reenfocar constantemente el teleobjetivo, que se cubría por completo.
No había casi luz, y no se paraban quietas, así que las fotos no son gran cosa, pero valgan para expresar lo preciosas que son estas avecillas.
Aunque hace un tiempo que "apagué la emisora" y renuncié a perseguir rarezas, sabía que un correlimos canelo (Tryngites subruficollis) andaba por allí. Me encontró él a mí antes que yo a él, y pude verlo con más detalle que el ejemplar que vi el año pasado, que era mucho más esquivo.
Pude así comprobar que se trata de un ejemplar juvenil. Lo sabremos por las plumas de las partes superiores: tienen una orla blanca, a diferencia de los adultos, que las tienen color...canela, por supuesto.
Increíble viaje, desde el Canadá ártico hasta Asturias...increíble.
Más común, pero siempre entrañable, el correlimos común (Calidris alpina), también un juvenil, cambiando a 1er invierno.
Muchas veces lo he confundido, en plumaje de invierno, con el correlimos menudo (Calidris minuta), percatándome solo cuando al verlo junto a otros limícolas, veía su minúsculo tamaño. Pero con este plumaje que os presento, juvenil, es inconfundible. Y se diferencia fácil de un adulto por la falta de mejillas de color.
Un limícola mínimo, pero precioso.
Los limícolas más abundantes, no obstante, eran los correlimos tridáctilos (Calidris alba), que parecían unos colosos al lado de los correlimos menudos.
Y de nuevo, juveniles: ese aspecto escamoso, ondulado en blanco y negro, de las plumas del manto y escapulares es inconfundible.
Sin duda, los más valientes, situándose en el límite de la distancia mínima de mi teleobjetivo (¡2 metros!) eran los chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula), también juveniles, la orla plumosa blanquecina, y las manchas pectorales, apenas juntas, lo delatan.
A esta distancia parecen pequeños gigantes...
En definitiva, uno de esos días en los que das gracias por tener esta afición
¡Ah, se me olvidaba, también había vuelvepiedras (Arenaria interpres), a ver si los encontráis en esta foto, entre tanto bichejo suelto!
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